Antes que el continente americano fuera descubierto, ya la llama y la alpaca estaban domesticadas, datando su domesticidad al año 5000 antes de Cristo. En los tiempos del Imperio incaico, hasta el siglo xiv, la cría de los camélidos era reglamentada y su caza prohibida. Los indígenas les rendían culto designándoles dones divinos. La crianza de estos animales les proveía de carne, materia prima para su vestimenta, combustible de su excremento y eran utilizados como animales de carga. Se estima que para la llegada de los españoles existían unos 32 millones de camélidos en el Imperio incaico. Luego, con la dominación española y la introducción de otros mamíferos domésticos, la crianza de alpacas y llamas fue descuidada y discriminada, y las vicuñas fueron cazadas irracionalmente. Sin embargo, a partir de 1980, el número de camélidos empezó a crecer significativamente impulsado por la alta demanda de pelo y carne, y al accionar efectivo de diferentes instituciones y organizaciones sociales.
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